lunes, 21 de junio de 2010

Fuga de Amor

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Se despertó sin saber lo que le estaba pasando. Un asalto a los sentidos, el agua helada le pego como un enorme cachetazo corporal.
Se había dormido en sus brazos, como todas las noches; acurrucados en la fría noche de invierno sin calefacción. Sus cuerpos en perfecta armonía.
Era un fin de semana largo y habían decidido escaparse de la ruidosa ciudad para pasar unos días en su pequeño refugio de montaña. Sin reuniones, ni obligaciones laborales; solo ellos y la naturaleza.
Habían llegado el viernes por la tarde; la noche tan linda que envueltos en mantas, armaron una fogata y con una copa de vino se quedaron hasta tarde admirando el cielo y sus estrellas.
El sábado habían pasado el día en la laguna, pescando desde la canoa y disfrutando de la maravillosa escenografía. Devuelta en el refugio, con la chimenea prendida, vieron una película y se acostaron a dormir.
Cuando ese baldazo de agua helada lo despertó de un salto ese domingo a la mañana, la miro totalmente desconcertado desde las sabanas empapadas. Ahí estaba ella, con el balde y la mirada vacía.
En su absoluto desconcierto, atino a preguntarle que pasaba, pero ella se dio media vuelta, se subió a la camioneta y se fue sin emitir palabra.
Su cuerpo empapado se sentó enmudecido en una silla de la pequeña habitación, donde quedo como en trance, observando el charquito de agua que había quedado en el piso y la ocasional gota que cada vez mas esporádicamente caía de las sabanas.
No había trenes los domingos; tampoco iba a haberlo ese lunes feriado.
Se paso el resto de esos dos días, exhaustivamente repasando cada detalle de los últimos días, semanas, meses…tratando de entender que había pasado, que la había llevado a semejante desconexión; pero no pudo encontrar nada que ameritara su errático comportamiento.
Agotado del desgaste mental y queriendo silenciar su enloquecida cabeza, intentaba dormir, pero no había manera alguna de conciliar el sueño. Su mente intranquila inquietaba su cuerpo, y el vacío de la cama parecía materializarse en un sofocante manto de incomodidad. Apenas lograba dormir unas pocas horas antes de que su pensamiento ensordecedor penetrara su sueño y lo volviera a desvelar.
Finalmente el martes por la mañana volvió a la ciudad, ella ya no estaba. Se había ido sin dejar rastros. En vano intento contactarla, pero no hubo respuesta alguna.
Desolado y desconcertado retomo su rutina, buscando amparo en su ajustada agenda y su acelerado ritmo urbano.
Poco a poco, el desconcierto se convirtió en dolor, el dolor se convirtió en duda, y la duda en enojo. Seria que a ella nunca le había importado? Seria que estaba en brazos de otro? Como podía alguien ser tan frío? El doloroso silencio devino en la injusta desvaloración de los siete años que habían compartido juntos - como si nunca hubieran existido. Se cuestiono cada momento, cada palabra, cada sentimiento, cada recuerdo, pero habían perdido su sustento, se les había arrebatado su credibilidad, quedaban disminuidos a nada.
Y ahí quedaron, sus recuerdos y esos siete años obligosamente encajonados en el olvido.

Ya han pasado dos años de ese domingo, nunca mas volvieron a hablar. Hace poco se la cruzo en el muelle por el que solían caminar, el le sonrío y se acerco a saludarla, ella sonrío nerviosamente como si no lo conociera y acelero su paso, asustada; alejándose por ultima vez de el y dejándolo, nuevamente, completamente desconcertado.

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