En algún lugar entre el feminismo y el modernismo, algo falló. La revolución femenina - gracias a Dios - rompió con ese paradigma de que la mujer debía quedarse fielmente al lado de su marido aguantando lo que fuere eternamente.
Lamentablemente, ninguna mujer se dio cuenta que su propia feminidad era la mayor amenaza al feminismo. De alguna manera totalmente incoherente al cambio en proceso, se filtro la fabula del príncipe azul. Que dirían hoy las suffragettes, George Sand, Simone de Bouvoir y Virginia Wolf si supieran que, a pesar de sus esfuerzos y sacrificios, las mujeres seguimos (en algunos casos por sobre todas las cosas) en busca del príncipe azul?! Por Dios, el príncipe azul nunca existió!
No acredito que al día de hoy sigan habiendo mujeres - madres, maestras, enfermeras - que siguen condicionando a futuras mujeres con este concepto tan erróneo. No dejo de sorprenderme al ver a mujeres exitosas, sensatas, amorosas buscando al hombre perfecto. El hombre perfecto no existe (ni, para el caso, la mujer).
En algún lugar entre la revolución femenina y el modernismo, la mujer asimilo la posibilidad de alejarse del hombre que no la merezca, hecho que me parece justo y razonable; pero este concepto de príncipe azul ha dañado su juicio y junto con el “todo-vale” del modernismo, la ha llevado a creer que la irrealidad es, indeed, posible, y así va por la vida descartando personas y personajes como si algún día realmente fuera a encontrar al hombre perfecto.
El idilio no existe. Las relaciones humanas seran por siempre complicadas - el hombre y la mujer son naturalmente incompatibles. Eso no significa que todo esta perdido, pero si sabemos que para lograr algo debemos ser realistas, como puede ser que no lo estemos aplicando también a este campo?
En algún punto de mi reiterada frustración, yo he aprendido a ser realista. (No he tenido muchas frustraciones, pero creo que con una grande basta). Mi realismo, no es mas que lo que yo creo como real, pero a el le debo mi felicidad actual. Los invito a que lo consideren…
Yo lo veo así. Como dije, el hombre y la mujer son naturalmente incompatibles. Al fin de cuentas, quitando las ciento un cosas que nos hacen a cada uno individual, somos todos genéricamente iguales. Es decir, saquémosle a cualquier mujer su encanto personal, su estética, su ingenio, su percepción, su inteligencia, o lo que fuera que la define, y nos vamos a encontrar con que a largo o corto plazo empiezan a evidenciarse sus rasgos de demandante, posesiva, reclamosa, enroscada y celosa. Cada una con su particular intensidad, claro, pero elementalmente presente. No desmerezcamos (porfavor) el esfuerzo de aquellas que intentan a fuerza de uña y diente aparentar ser ajenas a esta pandemia, pero tampoco nos engañemos. No hay mujer que no los tenga.
A su vez saquémosle a cualquier hombre su galantería, su valentía, su caballerosidad, su generosidad, su orgullo, su humor, su espíritu aventurero, su profesionalidad, o lo que fuera que lo hace ser quien es y nos vamos a encontrar con que es evasivo, escapista, sordo, incapaz de reconocer sus errores, aislador cuando esta preocupado o triste, y eternamente incapaz de entender lo que se le esta reclamando.
(No les llama la atención que existe una palabra para describir cada una de los defectos femeninos, pero no así los masculinos? La lengua, evidentemente la hizo el hombre – nosotras estábamos ocupadas criando al mundo).
No he conocido amigo, novio, marido – propios o ajenos – que no se aísle cuando esta atravesando un mal momento; que no se encierre en su mundo de incomunicación y nos deje desahuciadas tratando en vano de apaciguarlos, reconfortarlos y – en definitiva – cortar la distancia que su aislamiento impone. (Muchas veces incluso, ni siquiera pueden dilucidar lo que realmente les aqueja y nos hacen sentir responsables de su descontento).
Pretender encontrar al hombre o a la mujer que no tenga estas características, es realmente una ilusión. En cambio deberíamos asumir que todo hombre y toda mujer posee estas cualidades y evaluar sus otras características. Si sus virtudes son capaces de contrarrestar la frustración que nos proveen sus cualidades genéricas, y sus defectos son relativamente soportables; y si (por supuesto) hay amor, respeto y atracción mutua, esa persona podría bien ser nuestra “persona”.
Take me, for instance. Yo soy feliz hoy por hoy, con un hombre que no deja de ser hombre, y sin embargo es capaz de darme mucha alegría, amor, contención, respeto y diversión. Y agradezco reiteradamente no haberlo “descartado” cuando descubrí en el las mismas características que se que voy a encontrar en todo hombre.
Básicamente, lo que propongo es que seamos realistas. El cuento de hadas no es real. Hay que asimilar que ‘el combo’ viene con determinadas características – believe me, la felicidad amorosa se hace mas posible y sostenible si incorporamos este concepto.
