(...Y sus Diferencias de Genero)
Me han marcado varias des-virtudes a lo largo de mi vida, pero sinceramente no recuerdo jamás haber sido catalogada seriamente de terca. Por el contrario, soy tan dudosa e insegura que la terquedad no es compatible con mi fuerte.
Sin embargo, conozco bien a los tercos de ambos géneros, me he criado con un par y apareado - amistosa o amorosamente - con otros tantos. Y a lo largo de mi “convivencia” con ellos, hay una duda que me acompaña frustración tras frustración. Es realmente posible que una persona considere siempre y por sobre todas las cosas que tiene la indiscutida razón? O existe en la vida del terco testarudo algún momento de iluminada soledad en la que es capaz de hacer algún tipo de auto análisis y remapeo de la situación en cuestión y reconocer justamente (aunque sea a solas) que bien podría estar equivocado?
Aunque básicamente la terquedad es igual de insufrible en ambos géneros, hay ciertas diferencias que los distinguen. A mi entender hay tres grandes rasgos que los diferencian, a principios, mediados y final del desacuerdo en cuestión. La primera, es que aunque el terco testarudo y la terca testaruda son los dos igualmente insoportables, la terca hembra posee la capacidad de reconocer ambamente su insoportabilidad y su terquedad (cualidad que el terco macho desafortunadamente carece) y factor que hace que la terca hembra al final de cuentas sea un tanto más apreciable que el terco macho.
El terco macho, no tiene la capacidad de reconocer que la versión que lo opone es igual de válida que la suya. A su incuestionable razonamiento pareciera habérsele pasado por alto el hecho de que la propia lógica dicta que para estar en desacuerdo se necesitan como mínimo dos versiones, y que las dos son igualmente sostenibles y argumentables para cada uno de los partidos.
Una vez adentrados en el desacuerdo, entra en cuestión la segunda gran diferencia. La naturaleza de la hembra la inclina hacia continuar exhaustivamente el desacuerdo intentando convencer a su contrincante de que su argumento es el más válido. El terco macho en cambio, al ver que no esta llegando a ningún puerto, elige cerrarse y dejar de escuchar, una natural característica masculina que puede observarse en infinitas áreas; esta combinación de características puede ser realmente letal ya que la terquedad del macho se vuelve intolerante y avasalladora y básicamente prohibitiva y paralizadora para quien la enfrenta. La posibilidad de llegar a un acuerdo rápidamente se torna insostenible y la única alternativa aparente resulta ser retirarse cabisbajo e impotente.
En el caso de la terca hembra se puede asumir que debido a su cualidad femenina, en algún momento (sea este publico o privado) va a repasar las versiones y argumentos propios y ajenos y reanalizar si su terquedad es efectivamente aceptable y aplicable.
Debido en parte a esta capacidad femenina de cuestionamiento y reanálisis, pueden percibirse tambien las diferencias entre terco macho y hembra, al disolverse el desacuerdo. Aunque en ambos casos salen perdiendo, el terco testarudo ni cuenta se da. Este en vez continua alimentando su testarudez, convencidísimo de que la razón absoluta le pertenece y totalmente ajeno a la noción de que su oponente siente la misma frustración, desacreditamiento, hartazgo y agotamiento que el siente hacia el o ella. La terca hembra en cambio, es absolutamente conciente de su pérdida e indistintamente de cómo resulto la discusión, siente una profunda sensación de pena por el enfrentamiento. Es decir, haya o no ganado la batalla, cuando se recluta a su cueva reconoce la sensación de pérdida, de culpa y de pena.
Lamentablemente, a pesar de sus diferencias, el terco y la terca son los dos igualmente insufribles, aunque se podría concluir por las diferencias previamente notadas, que la terca hembra es un poco más soportable que el macho.