miércoles, 19 de agosto de 2009




Supongo que no se puede culpar a nadie por percibir lo que uno esencialmente transmite, por tener la sensibilidad de captar algo que no estamos queriendo expresar. Lamentablemente uno no comunica únicamente lo que quiere comunicar sino también lo que siente, la esencia que lo conforma.

No se podrá culpar a un hombre por ser perceptivo (especialmente si consideramos que la percepción masculina es un raro tesoro), pero si se lo puede culpar por aparear su acertada percepción con una subdesarrollada madurez emocional. Si lo único que puede concluir de esa percepción es que tiene que huir despavorido en la dirección contraria, seria preferible que no la tenga en primer lugar!

Al final de cuentas nada nos viene bien. Nos quejamos cuando los hombres no son lo suficientemente sensibles o perceptivos para entender lo que nos pasa o lo que necesitamos, pero tampoco nos gusta cuando perciben acertadamente aquello que no les queremos transmitir.

Ejemplos varios: la desesperada por encontrar al príncipe azul que silenciosamente analiza compatibilidades desde la primer salida; la novia eterna que jura no tener interés en casarse pero se pregunta diariamente cuando llegará el día; la madre soltera que mide aptitudes de padres posibles en todas sus parejas; la que se dice independiente pero necesita que haya un otro que quiera estar con ella en todo momento (esa soy yo); la que jura no ser celosa pero se carcome el cerebro inventando escenarios posibles de traiciones secretas; la que dice no estar enamorada pero no sabría por donde empezar a vivir sin el; la que niega en vano estar enganchada con otro pero se va a dormir todas las noches pensando en el; la que sonríe y dice haber perdonado pero jamás se olvida esa ofensa. Cada mujer tiene su inventario personal de sensaciones que no quiere comunicar. Sin embargo y muy lamentablemente, por mas esfuerzos que hagamos por entorpecer la transmisión, nuestra verdad se percibe.

A veces, es tal la convicción que tenemos de que no queremos transmitir algo, que intentamos auto convencernos de que lo que percibe el otro no es real, que lo que dice percibir no es mas que un producto exagerado de su imaginación. Justamente porque no queremos reconocer en nosotras mismas esas características que obviamente desaprobamos. Nos negamos a asumir esa visceral realidad porque la queremos erradicar de nuestra esencia. Racionalmente queremos ser lo que emocionalmente no podemos. Esa celosa, no quiere ser celosa; esa enamorada no quiere estar enamorada; y esa demandante no quiere demandar.

Aun así, a pesar de todos nuestros esfuerzos, eso que emitimos en contra de nuestra voluntad genera algo en quien lo percibe; y así, la desesperada se queda sin candidatos, la celosa es acusada de tener celos, y la supuesta independiente es vista como demandante.

Pero desgraciadamente, en toda esta comunicación subliminal hay algo que se pierde de vista. Acaso no tiene mayor valor lo que uno concientemente elije transmitirle al otro que lo que inconcientemente transmite? La novia eterna que no quiere presionar para llegar al altar, está eligiendo respetar los tiempos y deseos de su novio porque quiere entregarle ese respeto, ese amor y esa tolerancia. La rencorosa que dice haber perdonado, está eligiendo entregar el perdón. Y la que se dice independiente aunque necesite compañía permanente, está eligiendo no demandar.

En estos casos, desdecir lo que visceralmente transmitimos, es una forma de entrega, un deseo profundo de respetar y comprender los tiempos, espacios, necesidades y deseos del otro a su vez ofreciéndole lo que sentimos que necesita. Entonces, cuando el supuesto demandado-celado-presionado-analizado percibe certeramente que esta siendo demandado, celado, presionado o analizado tal vez debería hacer oídos sordos a esa percepción inconciente que concientemente se le esta negando y honrar la entrega que en vez se le esta haciendo.

miércoles, 12 de agosto de 2009

La Clave esta en el Equilibrio


Tengo esta convicción de que el equilibrio es el frágil secreto indirecto de la felicidad. Digo indirecto porque en realidad creo que el equilibrio es la herramienta fundamental para lograr la tan ansiada paz interior, que es, a su vez, lo que nos lleva a la felicidad.

No hablo de esa felicidad imposible que venden las películas, sino de la felicidad real, palpable. Esa que se compone de una serie de momentos felices dentro de una constante de relativa satisfacción personal.

Mi recuerdo de los días en que jugaba con la balanza de bronce de mi papa, probando las distintas piezas en los platillos hasta lograr que los dos estuvieran a la misma altura, es que lograr el equilibrio no es fácil hazaña, y que hasta la mas pequeña interferencia puede romperlo. Sin embargo, ese estado de quietud sostenida en el espacio a pesar de las leyes de movimiento y gravedad, me inspiran hoy a fundamentar mi teoría de que el equilibrio es paz; y paz, en mis ojos, es felicidad. Por lo que me he propuesto (con el entendimiento realista de que el equilibrio no se puede sostener sin interrupción), buscar el equilibrio en todos los aspectos de mi vida.

Busco el equilibrio entre ser madre y ser mujer; pudiendo ser ambas sin que una le reste a la otra. Priorizando a mis hijos, sin por ellos silenciar mis sueños y deseos. El equilibrio entre el compromiso y la libertad. Aprendiendo a distinguir las responsabilidades fundamentales de las obligaciones innecesarias, para poderle hacer lugar a la libertad de ser autentica y hacer las cosas a mi manera - sin prejuicios propios o ajenos.

Quiero encontrar el equilibrio entre la independencia y la compañía. Gran desafío. Poder discernir quien soy y que quiero sin entregar mi autonomía y perderme en el otro. El equilibrio entre apoyarme en alguien y sostenerme sola. Poder sostener el deseo de compartir sensaciones y vivencias con alguien sin convertir ese deseo en un escapismo de algo que no estoy pudiendo afrontar.

Busco el equilibrio entre ser espontánea y ser recatada. Reconocer cuando conservarme . Poder protegerme de mi propia exposición - tantas veces innecesaria y arrepentida - sin perder la comodidad liberadora de ser naturalmente quien soy.

Necesito encontrar el equilibrio entre aceptarme y exigirme. Porque la sobre exigencia paraliza y el estancamiento no es aceptable. Y cuando la expectativas son tan altas no hay aceptación posible.

Y fundamentalmente busco el equilibrio entre lo que soy y lo que quiero ser. Poder soñarme mas lejos y mas grande sin perder de vista mis reales deseos y mis naturales limitaciones.

Realmente creo que el equilibrio es aplicable a todos los aspectos que nos conforman; dar y recibir, ser fuerte y ser sensible, ser solidario y ser egoísta…El equilibrio es un frágil esfuerzo permanente al que solo se puede intentar llegar con la necesaria permisividad al ocasional desequilibrio. Y a el aspiro.

domingo, 9 de agosto de 2009

SOLEDAD DE UTOPIA -
LA INFELICIDAD DE UNA UTOPIA NO REALIZABLE


-La desgracia de quienes se han dedicado a formar un concepto de felicidad tan analizado que para lograrlo deben cumplirse una serie de “máximas” que lo harían palpable y que sin su cumplimiento esa felicidad no es tangible, es que se pasan la vida queriendo lograrla mientras les pasa la vida en el intento.
-Estos analistas idealistas, intelectuales, han pasado tantas horas reviendo y perfeccionando sus teorías, que se han convencido que las mismas son irrefutables. Están tan convencidos de que su “utopía” es el secreto del éxito y que la única razón por la que aun no la han realizado es porque todavía no se dieron los factores externos de la manera en que deben darse para que la “utopía” se cumpla, que no se dieron cuenta de que la utopía en si misma es insostenible. Y que la felicidad no es, ni máxima, ni constante. La utopía no es más que una idealización irrealista.

- La confusión lógica que surge de la convicción absoluta de que esa utopía es, no solo realizable, sino que el indiscutible cumplimiento certero de la felicidad; y la realidad mundana de que no se puede controlar ni lograr las bases necesarias para esa idealización, generan una inevitable frustración existencial.
- Si uno pudiera ser mas humilde, menos soberbio, tal vez lograría desmitificar la felicidad a un grado mas real y humano, y por lo tanto mas accesible. Ya que el universo no es lo que uno quiere que sea, sino lo que es. Los “utopistas” intentan evadir este concepto insistentemente con la soberbia convicción de que la utopía pretendida es, nada más y nada menos, que la “raison d’etre” a la que todo el mundo debería estar aspirando.
El miedo a la rutina, el aburrimiento y el estancamiento los convierten en escapistas por excelencia y los exponen a estados de depresión recurrentes, frecuentemente acompañados por la búsqueda de estimulantes emocionales como arte, la literatura, el sexo, las drogas y el alcohol.

- Para los idealistas que no han sido expuestos a una comprometida convivencia emocional la realidad es aun mas dura; ya que han ido alimentando la creencia de que la vida debe conformarse únicamente de sensaciones absolutas de un idealismo poco real e inmaduro; como el estado de enamoramiento permanente, el exitismo laboral en su máxima potencia, y la realización personal como una constante obtenida. Ni siquiera consideran la posibilidad de que esto no sea posible y pasan sus vidas buscando y descartando todo aquello que creen los podría llevar a esta realización. Midiendo y analizando personas y personalidades para ver cuanto encajan con lo que creen que necesitan.
-Este comportamiento los presenta al mundo como personas inconstantes y fóbicas que ni siquiera reconocen su comportamiento irracional e inestable.
Estos soñadores compulsivos son enamorados del amor. Se enamoran más de la sensación que les generan determinadas personas que de la persona en si misma; y aunque insistan en creerse fieles, su constante insatisfacción pasional no se los permite. Tienen la convicción de que su infidelidad es justificada y por lo tanto permisible.
(Viven sus vidas en función de sensaciones extremas y no sienten que deben responsabilizarse por lo que esto a veces genera en su entorno.)
Están tan convencidos de que así es como debería ser, que viven las necesidades y demandas de quienes los rodean como una carga indeseada que debería ser ajena a ellos. Estos idealistas se encuentran tan envueltos en analizar, reinventar y perfeccionar su utopía que viven en un estado de confusión casi permanente y van y vuelven en búsqueda de su realización ideal sin considerar las consecuencias que esto genera.
-La burbuja de idealismo que orgullosamente habitan y en la cual flotan por este universo los hace ver al mundo con una visión afectada que les permite sentirse por encima de los demás. Pero la realidad es que su superada evolución intelectual se encuentra seriamente condicionada por la irrealidad grandiosa a la que aspiran.
-El peso de su propia complejidad, que por un lado los enorgullece, a su vez los hunde.

-La mundana realidad es para ellos algo del que deben escaparse y su convicción de que su utopía es realizable los privara, en muchos casos ‘ad eternum’, de lograr la paz interior, la felicidad racional y la realización personal. Y así, la mitificación de la felicidad, termina siendo la desgraciada soledad de todo utopista.