No se podrá culpar a un hombre por ser perceptivo (especialmente si consideramos que la percepción masculina es un raro tesoro), pero si se lo puede culpar por aparear su acertada percepción con una subdesarrollada madurez emocional. Si lo único que puede concluir de esa percepción es que tiene que huir despavorido en la dirección contraria, seria preferible que no la tenga en primer lugar!
Al final de cuentas nada nos viene bien. Nos quejamos cuando los hombres no son lo suficientemente sensibles o perceptivos para entender lo que nos pasa o lo que necesitamos, pero tampoco nos gusta cuando perciben acertadamente aquello que no les queremos transmitir.
Ejemplos varios: la desesperada por encontrar al príncipe azul que silenciosamente analiza compatibilidades desde la primer salida; la novia eterna que jura no tener interés en casarse pero se pregunta diariamente cuando llegará el día; la madre soltera que mide aptitudes de padres posibles en todas sus parejas; la que se dice independiente pero necesita que haya un otro que quiera estar con ella en todo momento (esa soy yo); la que jura no ser celosa pero se carcome el cerebro inventando escenarios posibles de traiciones secretas; la que dice no estar enamorada pero no sabría por donde empezar a vivir sin el; la que niega en vano estar enganchada con otro pero se va a dormir todas las noches pensando en el; la que sonríe y dice haber perdonado pero jamás se olvida esa ofensa. Cada mujer tiene su inventario personal de sensaciones que no quiere comunicar. Sin embargo y muy lamentablemente, por mas esfuerzos que hagamos por entorpecer la transmisión, nuestra verdad se percibe.
A veces, es tal la convicción que tenemos de que no queremos transmitir algo, que intentamos auto convencernos de que lo que percibe el otro no es real, que lo que dice percibir no es mas que un producto exagerado de su imaginación. Justamente porque no queremos reconocer en nosotras mismas esas características que obviamente desaprobamos. Nos negamos a asumir esa visceral realidad porque la queremos erradicar de nuestra esencia. Racionalmente queremos ser lo que emocionalmente no podemos. Esa celosa, no quiere ser celosa; esa enamorada no quiere estar enamorada; y esa demandante no quiere demandar.
Aun así, a pesar de todos nuestros esfuerzos, eso que emitimos en contra de nuestra voluntad genera algo en quien lo percibe; y así, la desesperada se queda sin candidatos, la celosa es acusada de tener celos, y la supuesta independiente es vista como demandante.
Pero desgraciadamente, en toda esta comunicación subliminal hay algo que se pierde de vista. Acaso no tiene mayor valor lo que uno concientemente elije transmitirle al otro que lo que inconcientemente transmite? La novia eterna que no quiere presionar para llegar al altar, está eligiendo respetar los tiempos y deseos de su novio porque quiere entregarle ese respeto, ese amor y esa tolerancia. La rencorosa que dice haber perdonado, está eligiendo entregar el perdón. Y la que se dice independiente aunque necesite compañía permanente, está eligiendo no demandar.
En estos casos, desdecir lo que visceralmente transmitimos, es una forma de entrega, un deseo profundo de respetar y comprender los tiempos, espacios, necesidades y deseos del otro a su vez ofreciéndole lo que sentimos que necesita. Entonces, cuando el supuesto demandado-celado-presionado-analizado percibe certeramente que esta siendo demandado, celado, presionado o analizado tal vez debería hacer oídos sordos a esa percepción inconciente que concientemente se le esta negando y honrar la entrega que en vez se le esta haciendo.
